sábado, 30 de junio de 2007

El embajador inexplicable

Don Julián Valcárcel de Alizaga fue nombrado embajador de México en París en 1897. A los pocos días de su nombramiento y ya instalado en la capital francesa, organizó una fiesta de presentación en la embajada a la que invitó al resto de diplomáticos y a diversos miembros de la clase política gala. Según explicó días después el novísimo embajador mexicano en una entrevista concedida a un periódico , esto fue lo que sucedió durante la celebración.

"Antes de dar por comenzada la cena, me puse en pie para dar un pequeño discurso de agradecimiento a todos los asistentes y ponderar la enorme hospitalidad del pueblo francés. No bien había comenzado cuando el embajador sueco se puso a su vez en pie y se acercó a mí con paso vacilante. Estaba muy pálido y bañado en sudor. Cuando llegó a donde yo estaba, se dirigió a mí con unos murmullos (puede que en sueco, no estoy seguro), metió una mano en un bolsillo, me cogió una de las mías, depositó algo en mi palma y me cerró los dedos. Seguidamente comenzó a lanzar alaridos como un poseso y se dirigió corriendo hacia la salida. Comprobé que lo que yo tenía en mi mano era un huevo duro."

A Thorsten Nojd lo encontraron muerto en un callejón cercano a la embajada de México. Se había disparado en la cabeza. Tenía 32 años y estaba soltero. Nadie, jamás, pudo ofrecer una explicación de lo sucedido durante la recepción del embajador mexicano.

La trama científica

En 1949, la comunidad científica europea decidió unir sus fuerzas para la creación del CERN (Centre Europée pour la recherche Nucléaire), situado en las afueras de Ginebra, Suiza. Uno de los más avanzados logros de esta institución, así como de la historia de la ciencia en general, fue la construcción del LEP (Large Electron-Positron Collider), un gigantesco acelerador de partículas destinado a recrear los fenómenos atómicos y moleculares que pueblan el cosmos y facilitar así su observación en un entorno controlado.

Un buen día, los científicos tuvieron la idea de estudiar el comportamiento de ciertas partículas atómicas, lanzadas en el LEP a una velocidad extrema rayana a la velocidad de la luz. Dichas partículas debían dispararse desde un punto del LEP, cuya estructura es circular, de modo que al completar una vuelta regresasen al punto de partida. Cuál no sería la sorpresa de los científicos a cargo del experimento al comprobar que las partículas llegaban a su destino antes de salir literalmente del punto de partida, tal era la velocidad a que eran sometidas y la complejidad de las características del experimento.

En 1994 el físico atómico Ladislav Kuriacov fue hallado muerto en un hotel de Los Ángeles, EEUU, horas antes de impartir una conferencia en la Universidad de Berkeley en la que supuestamente expondría sus investigaciones sobre los experimentos realizados en el CERN. Unos meses antes, dos de los científicos que habían llevado a cabo el experimento fallecieron también en trágicos accidentes, y se sabe que sus ayudantes personales han padecido todos ellos algún género de incapacidad degenerativa.

“Hay mucho esfuerzo, dinero e ilusión puestos en el próximo acelerador del CERN”, dice la profesora de física teórica María José Herrero. Sin embargo, son muchos los que apuntan a una conspiración internacional fomentada desde ciertos cenáculos y organizaciones científicas sin especificar, pero que no obstante estarían tratando por todos los medios de salvaguardar los fundamentos de la ciencia tradicional.

La polémica está servida; recientemente la hija del profesor Kuriacov abrió una investigación judicial en la que se hallan implicadas algunas multinacionales vinculadas a la NASA y comunidades científicas de corte elitista. Hasta la fecha han surgido varias organizaciones para hacer frente a estas multinacionales, pero se han topado con el descrédito y la tenaz oposición de personalidades reconocidas dentro del panorama científico. Algunos investigadores y medios de prensa especializada se han sumado a la causa de las víctimas aduciendo que la batalla por la teoría científica no es un hecho nuevo, remontando sus orígenes hasta la pitagórica Cofradía de Sicilia y el caso de Hipaso de Metaponto, matemático griego que descubrió los números irracionales y se cree que fue asesinado por sus discípulos. Asimismo la trama se extendería hasta la Edad Moderna con las polémicas entre Newton y Leibniz, o la controversia entre la Relatividad General de Einstein y la Teoría Cuántica de partículas.

El cisma científico se ha desencadenado. Sólo podemos intuir de forma vaga la inquietante perspectiva de que, en ocasiones, las teorías científicas son sufragadas por competiciones partidistas o intereses económicos cuyas consecuencias van mucho más allá de la simple especulación abstracta. ©

viernes, 29 de junio de 2007

El geólogo y la serpiente

En 1929 el geólogo noruego Henrich Stöll se aventuró por las marismas del mar Auteo, en Siberia, cerca de la senda abierta por Marco Polo para cruzar de los Urales a la tierra de los mogoles. Según contaría a su regreso de aquel viaje, las condiciones adversas de la zona lo obligaron a extraviarse por las llanuras de la Gran Rusia, de forma que fue a parar a una aldea perdida por obra del azar. En ese lugar alejado de todo contacto con la civilización, Stöll trabó contacto con sus habitantes, cuya hospitalidad le salvó de una muerte segura. Pero, no bien el geólogo se repuso de la fatiga, tuvo ocasión de presenciar un culto desconocido que los habitantes de la aldea practicaban desde hacía centurias en ese lugar.

El explorador, que era incapaz de comprender el lenguaje de sus anfitriones, fue testigo de las ceremonias ritualísticas de carácter religioso que dominaban la vida de aquellas gentes, a las cuales asistió con asombro. Más tarde describiría un tosco santuario en el interior de una cueva, donde los aldeanos varones se reunían a adorar el torso disecado de un hombre con cabeza de serpiente. Asimismo, Stöll comprobó que la serpiente era una figura preponderante en la imaginería de aquellos salvajes, que ornamentaban sus herramientas o tejidos con las representaciones propias de este animal. Esto era aún más extraño si se tiene en cuenta que dicha criatura no abunda en esas regiones.

De este modo, Stöll desarrollaría una confusa hipótesis sobre la procedencia de aquel culto inusitado. En sus notas, Stöll recupera la ancestral creencia según la cual la serpiente era el guardián de la ciencia simbolizada en la naturaleza (y más concretamente en el árbol según otras culturas). Pero los habitantes de aquella aldea no presentaban rasgos agricultores, dedicados a la caza y el ganado. Tal vez el ídolo-reptil provenía de las migraciones protoarias del continente asiático que adoraban a otro ser magnífico, el Draco, que en el Talmud es un demonio y en la Biblia un reptil. Veneradores de la serpiente eran los arameos gnósticos, y la diosa madre de los escitas mostraba un torso del mismo animal. Son también serpientes las que hallamos tirando junto a leones del carro de Deméter, en una vasija de Cnosos; asimismo, no es casualidad que una serpiente enrosque el brazo de Isis, o que sea el agatodemo protector de los secretos mistéricos. Encarnado en serpiente Zeus dejó preñada a Perséfone de un niño cornudo, Dyonisos, que tras adoptar la forma de un toro sería despedazado por los Titanes. La serpiente Kundalai de los vedas, rectora del tiempo y el espacio, de las rotaciones universales, y ya fuere como dragón o serpiente, manantial de innumerables cultos y creencias. En el Egipto más inveterado, dos divinidades ostentaron los rasgos de la bestia sinuosa, sendero del desierto. Una fue Remenuete o Thermuthis, diosa benéfica que representaba la abundancia y las cosechas; la otra sería el reverso oscuro o masculino, Set-Baal, icono infernal de una secta cruel, los setitas, que ofrendaban hombres y ritos abominables…

Stöll comprendió demasiado tarde el fatal trasfondo que sobre él se cernía, y faltó poco para que sus anfitriones lo atrapasen al caer la noche del tercer día, en el interior de la cabaña que ellos mismos habían dispuesto para él. Stöll no lo sabía, pero aquella cabaña debía ser su última morada, y aún pudo ver mientras escapaba los preparativos para una pira funeraria.

Henrich Stöll fue galardonado cuatro años más tarde con el Premio Internacional de Exploraciones Von Humboldt. Murió en 1949, según nos cuentan sus biógrafos, a causa de una picadura de serpiente en el transcurso de una expedición a la selva del Orinoco. ©

jueves, 28 de junio de 2007

De Daemonolatreia

Las ediciones actuales de la De Occulta Philosophia de Heinrich Cornelius Agrippa Von Nettesheim no suelen incluir una separata que sí podía hallarse en la segunda edición de la obra publicada en Colonia en 1533. Esta separata llevaba por título De Daemonolatreia y no debe confundirse con el apócrifo cuarto libro de la obra de Agrippa publicado en Marburgo en 1559.

La Daemonolatreia es una obra extraña y confusa en la que el autor (que en ningún momento declara ser el propio Agrippa) afirma estar en posesión de ciertos documentos que demostrarían que Jesús de Nazareth era un demonio encarnado en forma humana, enviado por Satanás para confundir y someter a la humanidad bajo su yugo. En esta hipótesis, Judas Iscariote sería una encarnación del arcángel Gabriel, venido a la Tierra para contrarrestar la amenaza de este mesías diabólico. Según el anónimo autor de la Daemonolatreia, el Apocalipsis bíblico de Juan de Patmos no es sino un relato alegórico de estos tremendos hechos.

Finalmente, y a la luz del innegable triunfo del cristianismo proveniente de los infiernos, el visionario autor de tan singular texto afirma que los sucesivos papados y altas jerarquías de la Iglesia Católica están y han estado siempre formados por hordas de demonios salidos directamente de las profundidades del abismo. Los diversos cismas y antipapados habrían sido infructuosos intentos de las legiones celestes por reconquistar lo que una vez fue suyo.

Nos resulta imposible atribuir a Agrippa Von Nettesheim la autoría de este texto. Sin embargo, es inevitable relacionar la Daemonolatreia con las leyendas que tras la muerte del filósofo ocultista surgieron en toda Europa acerca de las extrañas circunstancias de su óbito. Dichas leyendas afirman en unos casos que el propio suelo se abrió bajo los pies del alemán para absorberlo directamente hacia el infierno o en otros casos que Agrippa fue capturado por los demonios después de invocar a un familiar en forma de enorme perro negro que luchó hasta la muerte defendiendo a su amo contra las hordas malignas.

Los defenestrados de Praga

En verdad existe esa historia lamentable, la Historia de las Defenestraciones.

La voz francesa defenetrér suele aplicarse a cualquier acción de desplazamiento que conlleve cierta fuerza en el trance. Su sentido estricto, sin embargo, es el de “arrojar algo o a alguien por la ventana”. El pueblo ciudadano de Praga se ha desvelado sorprendentemente aficionado en este oficio, y hasta incluyen algunas defenestraciones célebres entre los capítulos notables de su país. Quién iba a imaginar que semejante operación gozase de tanta influencia en la historia política de las naciones, y que se la enseñase incluso en las escuelas, pero de hecho así es. He aquí las tres defenestraciones que popularizaron esta perniciosa costumbre.

Aunque la primera no fue en realidad una defenestración propiamente dicha, daremos con ello muestra de que nuestro juicio aún puede ser flexible, ya que cuando en 1419 los herejes husitanos, alborotados por la reciente quema en la hoguera de su líder Juan Huss, decretada por el Concilio de Constanza, irrumpieron en el edificio de la municipalidad de Praga con la intención de maltratar a sus ocupantes, no utilizaron para sus fines una ventana, sino un balcón. Los defensores de esta variante sostendrían que sus resultados eran igualmente satisfactorios, para ponderarla más tarde desde la Unitas fratrum, que agrupaba a los seguidores de Juan Huss y Pedro Valdo.

Siete consejeros del rey Wenceslao cayeron al asfalto.

Nada sabía entonces el mundo moderno de los salvajes del continente austral, donde lanzan a sus mejores hombres desde alturas infames como prueba de hombría, aunque el motivo en este caso sea algo distinto, pues se trata de una cuestión de honor que los husitanos serían incapaces de igualar.

La segunda de las defenestraciones es la más conocida. Con ella dio comienzo la Guerra de los Treinta Años, el 23 de mayo de 1618.
Fernando II era un Borbón, y como tal debía de sentir cierta dicotomía que lo dividiese, por un lado, entre la nieve de los Alpes austriacos y la cerveza de Korneuburg, y por otro, entre el sol tibio de los pirineos y los quesos castellanos. Probablemente su error fue hacerle demasiado caso a su madre, que era católica. Ni el emperador Matías pudo impedir que lanzaran por la ventana a dos gobernadores imperiales y a su secretario personal.

Desde las ramas más radicales de la Unitas (que, tras introducir con cierto éxito el lanzamiento desde tejado y hasta en alguna ocasión desde el campanario de la ciudad, apelaban ahora por una popularización del canon y la apertura de costumbres) se criticó duramente esta acción como una vuelta a los orígenes ortodoxos. El conde de Thurn y los suyos, autores del revival, se defendieron esgrimiendo el respeto a la tradición y una tosca teoría sobre el carácter trinitario de las ventanas. Pero éstos se reservaban todavía una variación piadosa de la defenestratio original, ya que lanzaron a sus víctimas sobre las fosas sépticas del palacio. A juicio del lector queda la cuestión de qué es preferible.

La tercera defenestración es algo más siniestra.

El 10 de mayo de 1948 encontraron el cuerpo descalabrado del ministro checoslovaco Jan Masaryk, en el patio del Ministerio de Asuntos Exteriores. Por encima de él una ventana abierta. Desconocemos los pormenores de este final inconcluso. ©




El extraordinario caso del profesor Martin W. Gabbiani


Para los que no le conozcan todavía, esta breve introducción a manera de prólogo podrá servir como carta de presentación para uno de los creadores más extravagantes y controvertidos de los que se guarda noticia, prácticamente desconocido debido a su voluntad de permanecer en el anonimato, y que vive recluido en una remota isla de los Mares del Sur.

Debido a esto, y a que durante las últimas décadas Martin W. Gabbiani se ha tomado el trabajo de borrar sus huellas con la determinación de un consumado escapista, disponemos de muy pocos datos acerca de su pasado. No obstante lo dicho, hemos tratado de presentar un breve monográfico del autor, tarea aún más complicada si se tiene en cuenta el carácter excéntrico y sin parangón de su obra, pero que esperamos pueda satisfacer la curiosidad del lector.

Martin W. Gabbiani nació en Turín en 1952, de padre británico y madre suiza, ambos docentes en la Universidad de Ciencias Humanas de Ginebra, marco que influiría en su futura formación como historiador y narrador. A los veinticinco años el joven Gabbiani era un prometedor licenciado en Historia, aficionado a la caza y a los juegos de mesa. Una tormentosa relación con una mujer de origen húngaro diez años mayor que él lo llevó a las puertas del desequilibrio emocional, y en 1975 trata de suicidarse por inanición.

En 1981 Gabbiani abandona su puesto como profesor de secundaria para embarcarse en un viaje por el mundo que lo llevará a recalar en una isla cercana a Suva, en los Mares del Sur, donde establece su particular refugio. Allí pasa algunos años ejerciendo como articulista para National Geographic, viéndoselas en alguna ocasión con los piratas que infestan esos lugares. También se dice que fundó un colegio para niños nativos del lugar, donde les enseñaba aptitudes de gestión, autoabastecimiento y ajedrez. Pasa años sin contacto alguno con el mundo, según algunos entregado a la investigación, según otros a una etapa de ascetismo y contemplación. Gabbiani es autosuficiente, frecuenta los puertos cercanos donde se provee de alimentos, fuentes de energía y la tecnología necesaria para sus experimentos, y a menudo mantiene partidas de ajedrez por radio con un pesquero de la ruta en las inmediaciones.

Con la llegada de Internet, y tras muchos años de silencio, en 1992 Gabbiani se pone en contacto con sus viejos amigos de Ginebra, y al cabo envía a uno de ellos, el doctor Ansel Dutreil, una novela de ficción que pronto llama la atención del doctor por el talento narrativo y extrañamente evocador de Gabbiani. Impresionado por esta obra, Dutreil anima a su amigo a seguir escribiendo, pero éste se niega, al parecer más interesado en confeccionar artículos de crítica social que le envía regularmente y que Dutreil se encarga de publicar en la revista de la Facultad de Ciencias Humanas de Ginebra primero, y en el periódico Le culturel más tarde.

Pero al cabo los artículos de Gabbiani comienzan a hacerse cada vez más novelescos; Dutreil no atina a dilucidar dónde termina la realidad y comienza la ficción, y así se lo hace saber a su amigo. Sin embargo aquél no le contesta de forma inmediata; su respuesta desde el otro lado del planeta se hace esperar nueve años: en 2001, Gabbiani retoma sus relaciones con Dutreil para comunicarle el hallazgo de un documento histórico extraordinario.



Según el propio autor en uno de sus e-mails dirigidos a Dutreil, sus antenas parabólicas captaron en el verano de 1997 un comunicado codificado de procedencia desconocida. Tras cuatro años de trabajo, Gabbiani logró descifrar el código y halló un extenso escrito, en una lengua que podría ser un derivado del hispano-anglosajón, compuesto de artículos, fragmentos de publicaciones y páginas web provenientes del futuro, como testimonio insólito de una Historia subvertida. La hipótesis que maneja el autor se basa en un probable experimento sin parangón en la historia del periodismo. Según esta hipótesis, en el futuro alguien pudo tomarse el trabajo de recopilar esos fragmentos y enviarlos luego a través de ondas magnéticas que viajasen en el tiempo.



Entre los fragmentos recopilados se hallan procedencias tan diversas como periódicos, revistas, magazines culturales, científicos o gastronómicos, foros de Internet, estudios comparativos, correos electrónicos, incluso un inquietante reportaje del Apocalipsis narrado en directo…

En efecto, unos se han apresurado a quitar importancia a este hallazgo, y otros no han dudado en señalarlo como el signo del hundimiento que las exégesis milenaristas vienen anunciándonos. No queremos legitimar aquí la veracidad de unos ni de otros, ni juzgar la intención altruista o bien simplemente bromista de su difusor. Lejos de consideraciones literarias o vericistas de cualquier clase, lo único seguro es que Martin W. Gabbiani y su legado, la probabilidad de su existencia en un futuro lejano, permanecerán en nuestra memoria como una idea llena de misterio.©

Los exploradores irregulares

En 1889, un grupo de 4 exploradores británicos se dirigió a la región de Ajanta en la India para investigar la existencia de un posible templo budista abandonado en mitad de la selva del que se habían recibido noticias. El coronel Archibald Postlewaithe, gobernador militar de la zona, extendió los correspondientes permisos y fue debidamente informado sobre las fechas previstas para la expedición así como de sus objetivos y equipamientos.

Varias semanas más tarde, los 4 aventureros emergieron de entre el follaje espeso de la selva con el objetivo cumplido: habían hallado el misterioso templo excavado en la pared de roca y habían documentado su posición y rasgos principales. Tras recuperarse de los rigores de su viaje, fueron a presentar sus respetos al coronel Postlewaithe antes de partir de regreso a Inglaterra. Este, tras despedirse de ellos y felicitarles por su descubrimiento, escribió en su diario: "Dos de los cuatro hombres que han regresado de la selva no son los mismos que partieron. No escribo esto en sentido metafórico, sino literal. Los dos hombres que yo conocí antes de la partida eran un musculoso escocés de cara roja y un caballero de Londres exquisitamente educado y de aspecto impecable, aún con su traje de explorador. Los dos hombres que saludé al regreso de la expedición eran morenos y, a pesar de que hablaban un inglés excelente, no me parecieron británicos. Tal vez italianos."

A día de hoy, continúa sin saberse qué ocurrió exactamente en todo este asunto de la expedición que halló los templos budistas de Ajanta en mitad de la selva. Tal vez no sea el menor de los misterios averiguar por qué el coronel Postlewaithe no preguntó directamente a los cuatro exploradores qué había sucedido durante su expedición.

miércoles, 27 de junio de 2007

Recuerdos en la Basílica de Santa Sofía

En una de las columnas de la imponente Hagia Sophia de Constantinopla puede leerse en toscas runas grabadas sobre la piedra "Ragnar estuvo aquí". Sin duda alguna, el guerrero vikingo que dejó el mensaje para la posteridad no era consciente de la relevancia histórica que adquiriría su gamberrada. Durante años, los extraños signos fueron interpretados como marcas diabólicas por los eclesiásticos de la ortodoxia cristiana.

Popes, magos, polígrafos y expertos de todo tipo interpretaron el graffiti del s. VIII como algún tipo de mensaje satánico, grabado por el Maligno en persona sobre la austera piedra para mofa y escarnio de la Cristiandad. Se llegó en numerosas ocasiones incluso a exorcizar la roca para liberarla de las posibles influencias demoníacas de los rectilíneos y desgastados símbolos.

No sería hasta el x. XVIII cuando el alemán Karl-Heinz Oberhoff identificó los extraños signos como un degradado mensaje dejado por un guerrero vikingo de las hordas de Igor Olegsson durante la tercera ofensiva lanzada por los feroces suecos contra la ciudad de Constantinopla. Hallazgos posteriores verificarán la validez del veredicto de Oberhoff.

Las matemáticas o la vida

El matemático húngaro Ferencz Kopckai solía explicar como en 1942 fue capturado junto a varios partisanos en la frontera polaco-checoslovaca cuando trataba de huir de las matanzas de Polonia. Él y el resto de partisanos fueron llevados ante la autoridad militar nazi en la zona. El oficial responsable del puesto les pidió a cada uno de ellos su nombre, edad y profesión y tomó nota de todos los datos. Kopckai dijo que era matemático. Tras hablar un momento con sus hombres, los partisanos fueron ejecutados de un disparo en la cabeza allí mismo. Después se dirigió a Kopckai y le preguntó si era cierto que era matemático. Éste respondió que sí y que había estudiado en la universidad de Budapest. El alemán se dirigió entonces a uno de sus hombres y pidió papel y lápiz. Escribió algo y se lo ofreció a Kopckai. Esto es lo que había en el papel:






Seguidamente el oficial informó a Kopckai de que tenía una hora para hacer un análisis completo de la función y pidió a sus hombres que le dejasen trabajar. Cuando regresó, comprobó el trabajo de Kopckai, ordenó a sus hombres que le llevasen indemne hasta la frontera checoslovaca y se fue.

Años más tarde, Ferencz Kopckai decía: "Nunca supe quién era, aunque está claro que sabía muchas matemáticas. No sé qué le llevó a pedir a un prisionero que analizase una función zeta de Riemann para ganar su libertad. Pero cumplió su palabra y yo pude huir a Checoslovaquia. También era un vulgar asesino, lo cual demuestra, de alguna manera, que las matemáticas no tienen nada que ver con la ética."