sábado, 30 de junio de 2007

La trama científica

En 1949, la comunidad científica europea decidió unir sus fuerzas para la creación del CERN (Centre Europée pour la recherche Nucléaire), situado en las afueras de Ginebra, Suiza. Uno de los más avanzados logros de esta institución, así como de la historia de la ciencia en general, fue la construcción del LEP (Large Electron-Positron Collider), un gigantesco acelerador de partículas destinado a recrear los fenómenos atómicos y moleculares que pueblan el cosmos y facilitar así su observación en un entorno controlado.

Un buen día, los científicos tuvieron la idea de estudiar el comportamiento de ciertas partículas atómicas, lanzadas en el LEP a una velocidad extrema rayana a la velocidad de la luz. Dichas partículas debían dispararse desde un punto del LEP, cuya estructura es circular, de modo que al completar una vuelta regresasen al punto de partida. Cuál no sería la sorpresa de los científicos a cargo del experimento al comprobar que las partículas llegaban a su destino antes de salir literalmente del punto de partida, tal era la velocidad a que eran sometidas y la complejidad de las características del experimento.

En 1994 el físico atómico Ladislav Kuriacov fue hallado muerto en un hotel de Los Ángeles, EEUU, horas antes de impartir una conferencia en la Universidad de Berkeley en la que supuestamente expondría sus investigaciones sobre los experimentos realizados en el CERN. Unos meses antes, dos de los científicos que habían llevado a cabo el experimento fallecieron también en trágicos accidentes, y se sabe que sus ayudantes personales han padecido todos ellos algún género de incapacidad degenerativa.

“Hay mucho esfuerzo, dinero e ilusión puestos en el próximo acelerador del CERN”, dice la profesora de física teórica María José Herrero. Sin embargo, son muchos los que apuntan a una conspiración internacional fomentada desde ciertos cenáculos y organizaciones científicas sin especificar, pero que no obstante estarían tratando por todos los medios de salvaguardar los fundamentos de la ciencia tradicional.

La polémica está servida; recientemente la hija del profesor Kuriacov abrió una investigación judicial en la que se hallan implicadas algunas multinacionales vinculadas a la NASA y comunidades científicas de corte elitista. Hasta la fecha han surgido varias organizaciones para hacer frente a estas multinacionales, pero se han topado con el descrédito y la tenaz oposición de personalidades reconocidas dentro del panorama científico. Algunos investigadores y medios de prensa especializada se han sumado a la causa de las víctimas aduciendo que la batalla por la teoría científica no es un hecho nuevo, remontando sus orígenes hasta la pitagórica Cofradía de Sicilia y el caso de Hipaso de Metaponto, matemático griego que descubrió los números irracionales y se cree que fue asesinado por sus discípulos. Asimismo la trama se extendería hasta la Edad Moderna con las polémicas entre Newton y Leibniz, o la controversia entre la Relatividad General de Einstein y la Teoría Cuántica de partículas.

El cisma científico se ha desencadenado. Sólo podemos intuir de forma vaga la inquietante perspectiva de que, en ocasiones, las teorías científicas son sufragadas por competiciones partidistas o intereses económicos cuyas consecuencias van mucho más allá de la simple especulación abstracta. ©

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