lunes, 23 de julio de 2007

El ladrón precavido

A James Haggart "Ugly" McKenzie jamás lo atraparon en su dilatada carrera como bandido y salteador de caminos. Durante más de treinta años tuvo oportunidad de desvalijar diligencias, caravanas y viajeros solitarios en Texas, Nuevo Mexico, Arizona y Colorado. Los suyos se caracterizaban por ser asaltos donde raramente las víctimas sufrían daños, aunque muchos testigos declararon que McKenzie parecía estar siempre extremadamente nervioso y disparaba sus armas al aire con enorme profusión. Jamás consiguió robar un botín tan sustancial como para permitirle dejar su vida de crimen, pero si acostumbraba a obtener dinero sufiente como para desaparecer durante largas temporadas. No se le conoce ninguna víctima mortal y siempre consiguió evitar enfrentamientos directos con las fuerzas del orden y los mercenarios cazadores de recompensas.

Tras cumplir cincuenta y dos años, Ugly McKenzie abrazó la fe de Joseph Smith y se instaló en Utah, donde vivió plácidamente con sus 8 esposas y 15 hijos en una granja comprada con los ahorros de una vida de robos. Nunca trató de esconder su pasado. En una carta al Tribune de Salt Lake City declaró lo siguiente:

"Jamás he dañado a nadie. Nunca lo he pretendido, pero los caminos del Señor son misteriosos y por prevención contra mí mismo y mis instintos pecadores, tomé desde el principio la determinación de cargar mis armas con munición de fogueo. Nunca en mi vida he disparado un arma cargada con balas de verdad. Es cierto que me he visto envuelto en peleas a puñetazos con otros hombres e incluso en alguna ocasión he golpeado a alguna de mis víctimas, pero siempre con la intención de evitar males mayores y tratando de no causar heridas graves. Estoy seguro de que mi señor Jesucristo sabrá perdonarme estas pequeñas faltas.

Siempre traté de intimidar a mis víctimas disparando al aire tanto como fuese posible, para que así pensaran que yo era peligroso y que tenía el gatillo fácil. Es verdad que mi truco siempre funcionó, pero yo era perfectamente consciente de que en alguna ocasión podía encontrarme con alguien realmente peligroso y salir mal parado. Como no tenía nada que perder no me importaba.

La prueba de que mis decisiones en la vida han sido las correctas está en el hecho de que el cielo me ha permitido llegar hasta aquí para arrepentirme de mis pecados junto con mis esposas e hijos. Ningún hombre podría pedir más."

1 comentario:

Anónimo dijo...

hey, julkarn, son el hombre de arena, vaya pedazo de artículo más guapo, este mundo del Oeste me es desconocido, alucinante el artículo