miércoles, 25 de julio de 2007

El último acorde de Robert Johnson

De todos es conocida la historia de Robert Leroy Johnson (1911-1938), el guitarrista de blues que vendió su alma al Diablo en un cruce de caminos, según cuentan, a cambio de la habilidad para tocar el blues mejor que nadie. Se lo considera uno de los padres originales de este género, y sus piezas siguen interpretándose en la actualidad por músicos de toda especie. “Crossroads”, “Dust my blues”, “Preaching blues” o “Walking blues”, por poner algunos ejemplos, son composiciones que destilan el signo errante y turbulento que gobernó los días del músico del Delta. Testigos presenciales afirmarían que Johnson adquirió de la noche a la mañana una habilidad prodigiosa en el manejo de la guitarra, lo cual contribuiría a reforzar la leyenda en torno a su figura.

Sin embargo pocos saben que Johnson había adquirido la capacidad de ejecutar un acorde extraño y misterioso, que podía provenir de las armonías tribales de sus antepasados africanos. Según el historiador de la música y cultura norteamericanas Murdock Mathaway, un largo historial de maldición y superstición rodeaba la historia del acorde secreto de Johnson. Al parecer, numerosos intérpretes y músicos ambulantes del Mississippi que lo tocaron o incluyeron en sus tonadas habían sido víctimas de muertes horribles, e incluso llegó a estar prohibido por la Iglesia anglicana, después de que un predicador proclamase que el acorde maldito tenía el poder de incitar a las jóvenes al libertinaje y a los varones al crimen y la disipación.

Sea como fuere, el rastro del acorde prohibido de Robert Johnson se extinguió con la muerte del guitarrista. A día de hoy existe una gran incertidumbre en lo referente a la disposición y naturaleza de este acorde, que según Murdock Mathaway se componía de tres dedos sobre el mástil y dos cuerdas tocadas al aire. Durante la década de los sesenta, el controvertido compositor austriaco Wilhelm Krauss llevó a cabo algunas investigaciones sobre el asunto, y averiguó que las relaciones tonales del acorde remitían a las llamadas proporciones áureas de la geometría, así como otras singularidades que relacionaban este acorde con el Hectaedro Cósmico de Tycho Brahe.

La leyenda cuenta que un tabernero celoso envenenó el whisky del guitarrista en la fatal noche de su muerte, aunque otras versiones apuntan a que pudo morir de neumonía o sífilis. Ninguno de estos lamentables finales logró apagar la voz de un autor tan singular, cuyas canciones seguro que vivirán durante el resto de los tiempos. ©

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