martes, 10 de julio de 2007

Rex Nemorensis

En algún lugar de la obra del latino Ovidio, aquel autor de talante viajero y espíritu imponderable nos habla de un hermoso arrollo a escasos kilómetros de la actual Riccia, en la región del Lacio, adonde gustaba acercarse para beber las aguas límpidas del manantial que luego afluye al lago denominado Le Mole, antaño conocido como “el espejo de Diana” o lacus nemorensis (según sir George Frazer, de 5 kilómetros y medio de diámetro, 30 metros de profundidad y 90 de farallones).

Cuando aún Ovidio pisaba esta tierra, en la orilla norte de dicho lago se encontraban dos lugares sagrados, uno de naturaleza humana, el otro de índole geográfica. Se trataba del santuario y el bosque de Nemi respectivamente. La tradición griega cuenta que Orestes trajo allí, entre un montón de ramas secas, una talla de madera de la Diana Táurica, Artemisa de los romanos. Los restos de aquel héroe yacen en la ladera capitolina, frente al templo dedicado a Saturno en Roma. Sin embargo, muchos otros no hallarían un sepulcro tan excelso como ése, sino entre la tierra fecunda de aquel bosque sacro, aquellos que en su vida fueron acólitos de un ritual sangriento perpetuado por la espada durante siglos, en el bosque de Nemi.

En un claro de dicho bosque se halla un manzano sagrado, cuyas ramas simbolizan la fuerza del mitológico Eneas y de cuyos frutos se cuenta que los protegen las Hespérides. El aspirante a rey-sacerdote del bosque debía arrancar una rama de su copa antes de batirse en duelo con su antecesor, arrebatándole así el codiciado título de Rey del Bosque.

El último rex nemorensis fue un trotamundos originario del monte Pindo. Se cuenta que tras escapar de la esclavitud a manos de vándalos dacios, sirvió como legionario en el imperio de los césares, donde olvidó su verdadero nombre, hasta que fue capturado por las hordas alanas en Tracia, quienes le quemaron la planta de los pies y lo abandonaron a su suerte. Dos años más tarde llegó a Aricia y trabó conocimiento con el rito del Rey del Bosque. Manchó la hojarasca con la sangre de aquél, tras robarle la rama de Eneas y batirse en combate singular.

En la actualidad, los campesinos de la región alimentan multitud de historias y leyendas sobre ese antiguo ritual sangriento, y no faltan los relatos de fantasmas que aseguran haber visto al último Rey del Bosque, vigilando sus dominios y el manzano sagrado de Nemi a la luz de la luna. ©


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